Si has visitado mi entrada sobre cómo crear personajes, habrás leído que existen tres elementos vitales a la hora de crear uno: un conflicto, un trasfondo y un objetivo.
No obstante, eso no significa que los tres sean elementos completamente independientes entre sí. Más bien, sucede lo contrario. En la mayoría de historias (y en la vida real también) nuestra infancia y nuestra juventud tienen mucho que decir en cómo es alguien.
Si una persona, por ejemplo, tuvo una relación sentimental muy tóxica cuando era adolescente, esto puede afectar a su forma de actuar cuando salga con alguien en su vida adulta.
Así, dicho en abtracto, puede parecer más complicado. No te preocupes. Que para eso están los ejemplos.
Índice
Sobre el trasfondo de un mundo
En esta entrada me voy a centrar, en su mayor parte, en cómo tratar el trasfondo de los personajes de tus historias.
El general, que se corresponde al mundo donde esta se ambienta, no va a estar descrito tan al detalle. Pese a ello, no obstante, creo que es importante mencionarlo.
Mi mayor consejo, si quieres aprender a crear mundos creíbles, es que aprendas sobre Historia. En mayúscula.
No como en el colegio y el instituto, eso sí. Saber fechas y nombre de épocas y la lista de los reyes godos igual te ayuda a ganar al Trivial. ¿Aquí? No tanto. A lo que debes prestar atención es a qué pasa y al porqué de esos sucesos.
Analizar, en resumen, los motivos que hay detrás de cada acontecimiento.
Si conoces las motivaciones que un noble puede tener para atacar a otro o las penurias que pueden llevar a un pueblo a sublevarse contra sus señores, podrás crear la historia del mundo que quieras.
Cómo crear el trasfondo de tus personajes
Como en tantas otras cosas, esto no es una ciencia exacta. Habrá veces, sobre todo con tus protagonistas, en las que tendrás una idea clarísima sobre cómo quieres que sea desde el minuto uno.
En estos casos, al darle al personaje un trasfondo, un conflicto y un objetivo, lo que estás haciendo será dar una justificación a esa idea que tienes en la cabeza.
Pongamos que, por ejemplo, quieres crear un personaje que fuera un pícaro, que viviese en los barrios bajos de la ciudad y desconfiase de la guardia. Podrías decir que, cuando era pequeño, su padre fue condenado a las galeras por un crimen que había cometido un oficial y no lo ha vuelto a ver.
Independientemente de que este sea el caso, o de que no sepas qué quieres hacer con tus personajes, en mi entrada sobre la ficha del personaje, te desgloso una serie de preguntas que pueden ayudarte a desarrollar el trasfondo de tu personaje.
El diálogo, o cómo darle voz propia a un personaje
Esta es una de las partes más complicadas de la escritura creativa, al menos desde mi punto de vista.
Y, aunque todas las formas narrativas buscan darle naturalidad a los diálogos, hay dos cosas que quiero que tengas en cuenta:
- No se escribe igual en una novela, que en un guion televisivo y (mucho menos) un doblaje.
- Tampoco debes imitar en sentido estricto cómo habla la gente. Un texto existe para ser leído. Hay normas que, incluso en los diálogos, es recomendable cumplir para que la lectura sea fluida y agradable.
Dicho esto, me gustaría darte una serie de herramientas básicas que, si usas bien, pueden ayudarte a modular tus diálogos:
- Uso de conectores: hay algunos como y, pero, aunque, porque, mientras son muy habituales en el lenguaje coloquial, y otros como por consiguiente no lo son tanto. Piensa en cuáles usas para hablar y cuáles no. Tampoco uses frases muy largas, salvo que el registro sea formal o el personaje un poco pedante.
- Uso de refranes: otro recurso muy interesante para darle su propia voz a un personaje.
- Utiliza los silencios: ¿es el personaje directo o esquiva el conflicto? ¿Le da mil vueltas a las cosas antes de decir la verdad? A veces lo que no se dice es tan importante como lo que sí.
- Coletillas, motes y similares: permiten identificar a un personaje con facilidad.
El personaje-enigma: cómo el trasfondo de Don Draper condiciona su comportamiento en Madmen
Si has visitado otras entradas de este blog, probablemente sepas que esta serie me encanta. Creo, sin reservas, que es una de las mejores series de televisión que se han hecho.
Es lenta, eso sí. Y muestra cómo era la sociedad estadounidense en los años 60, tanto sus luces como (especialmente) sus sombras. Avisado estás.
La serie en cuestión tiene de protagonista a un señor llamado Donald Draper. Es publicista, tiene éxito y es el hombre atractivo prototípico de esta época. También es un hombre hecho a sí mismo, que encarna ese ideal del «sueño americano».
Pese a esta imagen de éxito que proyecta, no obstante, Don Drapper es un personaje contradictorio, con numerosos problemas y, por qué no decirlo, profundamente infeliz.
Este contraste entre lo que parece y lo que es, resulta desconcertante. Y hace que te preguntes quién es este hombre y por qué hace lo que hace. La respuesta, claro, está en su trasfondo. Un trasfondo que la serie va desvelando poco a poco a lo largo de sus siete temporadas, permitiéndote comprender poco a poco qué es lo que motiva este comportamiento contradictorio.
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